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El esguince de tobillo es una de las entidades clínicas que más nos encontramos en consulta. Da igual que seamos o no deportistas, todos estamos expuestos a un tropezón o una mala pisada.

Un esguince de tobillo consiste en una distensión o elongación, en mayor o menor grado, de los ligamentos que protegen la articulación del tobillo (específicamente la articulación tibioastragalina. Dependiendo del daño ocasionado en los ligamentos, podemos clasificar los esguinces en:

     – Esguince grado I: lesión leve en la que los ligamentos se distienden. El tobillo puede presentar molestias en ciertos movimientos (principalmente en la inversión del pie), así como inflamación leve alrededor del maléolo externo del pie.

      – Esguince grado II: los ligamentos se desgarran parcialmente. Aparece inestabilidad e impotencia funcional en el pie, debido al importante dolor e inflamación existente. Puede aparecer hematoma en la parte interna y externa del tobillo.

      – Esguince grado III: es la lesión más grave de todas y cursa con rotura del ligamento. El intenso dolor impide todos los movimientos y el apoyo del pie. El hematoma y la inflamación son más que evidentes.

Tras un esguince, es importante comprobar que la aparte de la lesión en ligamentos no hay más estructuras dañadas (por ejemplo, una fractura asociada del 5º metatarsiano). Para ello, existen pruebas diagnósticas que descartan otras lesiones, como las radiografías o las ecografías. Una vez se confirma que se trata de un esguince de tobillo, es importante que las primeras 24-72 horas (dependiendo del grado de lesión) reduzcamos el nivel de actividad, cesemos la actividad deportiva, apliquemos frío en la zona (3 veces al día, alrededor de 15 minutos) y tengamos la extremidad en alto. Todo ello va a favorecer la reabsorción del edema y la normalización del dolor y del proceso inflamatorio.

Si queremos ayudar un poco más a la recuperación del tobillo, podemos acudir a un centro de fisioterapia. En esta primera fase, los fisioterapeutas podemos ayudar a reducir y reabsorber el edema con ayuda del drenaje linfático manual y de vendajes, y a mantener la amplitud articular del tobillo con movilizaciones específicas de la articulación.

Si no lo hemos hecho en la primera fase, es importante que, pasados estos días, acudamos a un fisioterapeuta. Los objetivos principales del tratamiento serán ayudar a la regeneración del ligamento dañado, recuperar la movilidad completa de las articulaciones afectadas, así como la fuerza muscular, y restaurar el movimiento normal de estructuras adyacentes que hayan podido crear adaptaciones ante la lesión. Además, habrá que hacer ejercicios de recuperación a fin de restaurar la función de los ligamentos y así evitar que exista una inestabilidad crónica en un futuro.

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